Érase una vez ... un pequeño mono que, con su
larga cola, su aire travieso y su mechón de pelos en la punta de cada oreja, se
parecía un poco a un tití. ¿Por qué circunstancias fue a parar al dojo de Yagyu
Tajima, el gran maestro del arte del sable? Nadie lo supo nunca. Pero estaba
presente en todos los ejercicios, se mezclaba con los discípulos y se esforzaba
en imitarlos.
Una mañana un ronin se
presentó ante la puerta del dojo del maestro Tagyu Tajima y solicitó el honor
de recibir la enseñanza del sable. Con el fin de mostrar su valor, se ofreció a
luchar con el adversario que quisieran oponerle. El maestro sonrió y dijo:
-Te acepto como discípulo si puedes vencer a
mi mono.
El ronin, sorprendido pero
seguro de sí, estuvo de acuerdo. Dieron a cada uno el sable de madera que
se usa para los ejercicios y el maestro dio la señal del combate. El pequeño
mono ejecutó algunos molinetes a una velocidad loca, efectuó un salto peligroso
y se puso en equilibrio sobre la espalda de su adversario, y, antes de que éste
se recobrara, le hizo saltar el sable de las manos. El ronin,
molesto y confuso, se retiró.
Se puso a estudiar con ardor el arte del
sable, «Ken- jutsu». Solo en su pequeño retiro, se dedicó a ello de día y de
noche. También practicaba el Zazen, la meditación en posición sentada. A medida
que pasaron los meses fue progresando en la Vía. Poco a poco se liberó de sus
ilusiones, de sus dudas y de sus cobardías. Se liberó de su orgullo, del deseo
y del miedo, su ego se anuló y, yendo más allá de lo mental, accedió al estado
de apacible armonía con el universo. Pasaron varios años. Una mañana, el
antiguo ronin se consideró preparado. Se presentó de nuevo a
la puerta del dojo del maestro Tagyu Tajima:
-He venido a luchar contra el mono -dijo
modestamente.
Fueron a buscar al tití. Le pusieron en las
manos un sable de madera. El vivo y malicioso animal se adelantó. Pero cuando
vio al antiguo ronin convertido en ermitaño, se puso a
lanzar gritos penetrantes, dejó caer el arma y huyó corriendo.
-Entra -dijo el maestro-, sé bienvenido entre
mis discípulos.
«Cuando el discípulo está a punto, el maestro
viene», afirma la sentencia zen. Cuando el discípulo está a punto, hasta el
mono lo sabe ...
Fuente: La Grulla Cenicienta- Los
más bellos cuentos zen- Henry Brunel
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