domingo, 21 de mayo de 2017

Que tu alimento sea tu medicina

"Cuando comes, come. Cuando duermes, duerme. Haz lo que  haces sin pensar en otra cosa que también  podrías estar haciendo."

Sabiduría del Budismo Zen.
 

 
Podemos recuperar y mantener un equilibrio en el estado saludable de nuestro organismo, generando y regenerando nuevos hábitos alimenticios. Para esto, sólo precisamos disponer nuestro ánimo creativo a la hora de preparar nuestros platos y algo muy importante “al momento de ingerirlos”, contribuyendo, desde una simple acto, al desarrollo integral de nuestro ser.

En muchos casos, la alimentación diaria se ha convertido, como reflejo y consecuencia de un estilo de vida agitado y desfasado de los ritmos naturales, en un hábito automático e inconsciente, que deja en el olvido el consejo del sabio médico griego Hipócrates “Que tu alimento sea tu medicina”.
           
Como un pintor que combina colores y texturas, volcando creativamente lo que siente en ese instante, nosotros podemos retomar el acto de cocinar como una instancia creativa y lúdica, aprendiendo que nuestras propias manos son capaces de potenciar la fuerza de la naturaleza. 

Inspirados en la variedad de colores, aromas, formas y sabores, encontraremos la combinación precisa para aportar a nuestro organismo agua, minerales, vitaminas, fibras, aminoácidos esenciales y proteínas que  refresquen y fortalezcan los órganos internos, evitando así malestares estomacales y digestivos, favoreciendo la predisposición a la actividad física e incrementando la lucidez mental.

Ahora bien, llegado el momento de sentarse a comer, es preciso “respetarnos” en este espacio, procurando sentarnos y estar lo más en calma posible, evitando que interfieran las discusiones, las distracciones tecnológicas, los pensamientos perniciosos y todo lo que represente un factor de incomodidad o malestar.

Está en nosotros la capacidad de preparar un espacio adecuado donde alimentarnos, acostumbrando a ventilar el ambiente, dejando correr aire fresco para renovar el lugar, eliminando olores desagradables o demasiado invasivos. Procurar quitar del alcance de la vista boletas de pago, recordatorios de tareas pendientes, o cualquier estímulo que genere un estado de tristeza, preocupación o enojo. Es preferible que el ambiente esté limpio y ordenado, que tenga colores que nos agraden, aromas y música que generen bienestar y tranquilidad.
        

Si comemos enojados, estamos ingiriendo nuestro propio enojo. Lo mismo con cualquier emoción, perjudicando la digestión y asimilación del alimento. Siguiendo el dicho popular, mientras comamos, procuremos “no hacernos mala sangre”. De igual manera, si nuestro alrededor es agradable y nos sentimos a gusto, sin duda la sensación después de comer, será de bienestar.


Ana Ávila.

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