martes, 18 de julio de 2017

Meditación para la vida cotidiana.

Quienes practican Tai Chi Chuan seguramente conozcan los beneficios de asentar el peso en las plantas de los pies, concentrar la respiración en la zona baja del abdomen (dan tien) y enfocar la atención en el ritmo de la respiración y en las palmas de las manos y las plantas de los pies.
Seguramente han experimentado una sensación de paz y tranquilidad al realizar algún ejercicio o al sostenerse en postura de meditación de pie.
Pero ¿se puede tener esa consciencia durante las actividades de la vida cotidiana?
La respuesta es Sí ! y a eso aspira en definitiva la práctica constante y continua de Tai Chi: a volver de nuestro andar y caminar por el mundo un acto armónico, fluído, que nuestros pies se posen sobre el suelo como acariciándolo.



Los siguientes consejos no son exclusivos para los practicantes de Artes Marciales Internas, aunque la práctica constante de tales artes marciales puede hacer menos dificultoso realizarlos y llevarlos a cabo.

1) La respiración es la puerta que conduce a la concentración y a la toma de consciencia. De los procesos que suceden en nuestro organismo y que nos sostienen con vida, la respiración es el único que podemos "controlar". En nuestro cotidiano no solemos decir por ejemplo "me voy a latir el corazón" "me voy a crecer las uñas y el pelo" "voy a detener mi digestión".
La toma de consciencia en el proceso de respirar abre una puerta que nos transporta a un mundo en el que no somos sólo una máquina que funciona automáticamente sino que podemos intervenir conscientemente en nuestro acto de Ser y Existir.

2) Abrir los oídos. Escuchar conscientemente, sentir el fenómeno de oír, escuchar la melodía que se forma detrás de todos los sonidos, ruidos y barullos. Por más de que no queramos escuchar siempre lo estamos haciendo, entonces, ¿por qué no volverlo un acto consciente?
Abrir los oídos no es clasificar los sonidos y las melodías bajo algún sistema métrico o un lenguaje musical, sino que es una apertura al hecho ineludible de estar oyendo. Escucharlo todo, sin clasificar, sin juzgar, oír y simplemente oír.

3) Volver al cuerpo. Aunque nunca lo abandonamos, ciertamente no siempre estamos en el cuerpo. Habitamos lugares imaginarios, establecemos diálogos ficticios con personas ausentes, todo en nuestra mente. No se trata de cortar las alas de la imaginación y cancelar el vuelo del pensamiento, sino, como en los casos anteriores, volverlo consciente, que no sea algo que simplemente nos suceda.

4) Reeducar la mirada. ¿Qué miramos cuando miramos? ¿a dónde posamos nuestra mirada? ¿qué sentimos al mirar? Sin pretender extendernos aquí mucho sobre las implicancias de una visión desorientada y volcada exclusivamente a objetos y a cosas consumibles, diremos que, al igual que con la respiración, la escucha y la sensación de estar en el cuerpo, la visión puede volverse un acto consciente.
Ejercicios como posar la mirada sobre los fondos, buscar abarcar todo el plano en una mirada global y observar los contornos o las sombras de las cosas, nos devuelve un poder sobre nosotros mismos que en la inercia de la vida cotidiana olvidamos que poseemos: la consciencia y el manejo de nuestra observación de la realidad.

Cuando le preguntaron a Jiddu Krishnamurti cuál era la diferencia entre el ver conceptual y el ver real dijo:
"¿Ve usted un árbol conceptualmente o lo ve en realidad? Cuando ve una flor ¿la ve directamente, o la ve a través del tamiz de su propio conocimiento botánico o no botánico, o del placer que le brinda? ¿Cómo la ve usted? Si el ver es conceptual, osea, a través del pensamiento ¿es eso ver? ¿Ven ustedes a su esposa o a su marido? ¿O ven la imagen que tienen de él o de ella? Esa imagen es el concepto mediante el cual uno ve de modo intelectual, pero cuando no hay imagen alguna, entonces, uno realmente ve, entonces está realmente en relación.
(...) "La formación de imágenes" surge de la inatención. Cuando hay atención no se forma concepto alguno. Hágalo; verá lo sencillo que es descubrirlo. Cuando usted pone atención completa al mirar un árbol, o una flor, o una nube, no hay entonces proyección alguna de sus conocimientos de botánica, o de su gusto o disgusto; usted simplemente mira el árbol. Si mira a su esposa o amigo sin ninguna imagen, entonces la relación es del todo diferente; entonces el pensamiento no interviene en absoluto y hay una posibilidad de amor." (KRISHNAMURTI, Jiddu. El Vuelo del águila. Buenos Aires, Paidos, 1976. p. 34,35)

Habitar el cuerpo que somos, respirando y escuchando, observando detalles pasados por alto, oyendo sonidos escondidos entre el barullo, el grito y el ruido, nos vuelve paulatinamente más dueños de nosotros mismos. Nos permite dejar de ser una máquina biológica que sólo subsiste y nos abre la puerta a la consciencia de ser y estar siendo en el mundo.
Al respecto de la espiritualidad en la vida cotidiana nos dice Alan Watts:

"El hombre espiritual no realiza sus actividades comunes como quien está en un sueño, permitiendo que sus pensamientos y acciones superficiales sigan mecánicamente. Puede estar tan absorbido en los asuntos habituales del mundo como cualquier otro, pero en cierto sentido los santifica, porque en sus manos afinar la punta de un lápiz se convierte en un acto tan religioso como una plegaria o una meditación. En verdad, puede permitir que lo absorban los asuntos cotidianos más de cuanto absorben a los otros, puede hacerlo con cierto gusto y abandono porque para él los pensamientos y actividades humanos comunes están incluidos en la danza del espíritu tanto como todo lo demás. En verdad, esta es buena parte de su secreto, porque él sabe que la espiritualidad no consiste en pensar siempre en lo espiritual en tanto tal. Su mundo no está dividido en "comportamientos estancos" y su religión no es una forma especial de pensamiento y actividad, porque lo espiritual y lo material no están separados." (WATTS, Alan. El sentido de la felicidad. España, Ibis, 1997. p. 63)


Cuando habitamos el espacio y lo vivimos plenamente nos tornamos más responsables de nuestros movimientos y nuestros actos, podemos hacer del presente un gran movimiento de Tai Chi, volver nuestro andar algo más que un mero arrastrarse, una meditación en movimiento.



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